viernes, 12 de febrero de 2010

LEVANTAMIENTO CAMPESINO 1932

LEVANTAMIENTO CAMPESINO 1932

COPILO. MsD. Walter Alfaro

Parecía que la naturaleza hubiera enloquecido. Toda la porción norte de la América Central se estremeció en la noche del 22 de Enero de 1932, al entrar simultáneamente en erupción los volcanes de Fuego, de Agua, Acatenango y otros de menor tamaño situados en Guatemala. Como era de esperarse, "El faro del pacifico", el famoso volcán de Izalco en El Salvador, se unió al coro de los estruendos. Una nube de cenizas recubrió los cielos hasta Nicaragua. Los habitantes de la Zona occidental de El Salvador, en el corazón de la región volcánica, se aterrorizaron. La corriente de lava derretida comenzó a descender por las laderas del Izalco, y todos los que vivian cerca del volcán empezaron a empacar apresuradamente pues el Izalco era bien conocido por sus repentinos y destructivos estallidos. Y entonces a la luz del resplandor de la montaña, se observo un acontecimiento más siniestro. De las barrancas y las enmarañadas colinas surgieron bandas de indígenas armados con machetes que invadían los poblados. En sus ojos brillaba la resplandeciente luz de la determinación fanática. Antes de que amaneciera el día 23, la Zona occidental del país estaba en llamas, no a consecuencia de la lava derretida, si no de la rebelión. Los campesinos habían escogido el momento de la erupción del volcán de Izalco, para lanzarse a una de las mas sangrientas rebeliones de la historia de América Latina Antes de quedar sofocada, varios millares de personas perderían la vida, se cometerían desmanes indescriptibles, la economía del país retrocedería por años y cambiaria por completo la personalidad de la nación salvadoreña.
La rebelión no fue una mera jacquerie, no fue el producto de un repentino impulso de los campesinos indígenas. Por el contrario, fue el resultado de una larga cadena de sucesos, acaecidos dentro del país como fuera de el. Además se distingue por ser el primer movimiento revolucionario latinoamericano en el cual desempeñaron el papel más importante hombres considerados como comunistas internacionales. Por lo tanto, señala el comienzo de una fase nueva y significativa en la historia de la región. La época de las ideologías había llegado a América Latina. Las interrogantes acerca de por que los comunistas escogieron a El Salvador para su debut en el hemisferio occidental, como fue que estallo la insurrección de 1932, y cuales fueron sus causas y efectos, son cuestiones que se deben responder con detalle, si es que en efecto se desea dar una respuesta, ya que las raíces de la revolución son múltiples y complejas. Para empezar, es necesario saber algo acerca del Estado que se ha bautizado con el nombre del Salvador del Mundo.
En muchos aspectos, El Salvador corresponde a la idea estereotipada que la mayor parte de los norteamericanos tienen de los países latinoamericanos. Es pequeño con una extensión no mayor que la de Nueva Jersey. Densamente poblado, comprime actualmente unos seis millones y medio de habitantes en su territorio, lo que le da una densidad de más de doscientas personas por milla cuadrada. Carece de recursos minerales, tiene clima caliente y esta saturado de volcanes. La mayor parte del pueblo vive en una pobreza insalubre, Pero sostiene además una aristocracia opulenta, Es país de monocultivo, dominado todavía en buena medida por los intereses de los productos de café. Tiene una rica tradición en golpes de Estado y gobiernos militares. En pocas palabras tiene casi todos aquellos elementos que un lector promedio en los Estados Unidos considera que es "Latinoamericano" Parece una típica republica banana, con la excepción, por supuesto, de que no exporta bananas.
De hecho, sin embargo, El Salvador es un Estado latinoamericano atípico. Es la republica continental más pequeña de América Latina y la única en América Central que no tiene salida a los dos océanos. Es el país más densamente poblado, no solo en Centroamérica, sino de todo el continente latinoamericano. Además, cuando se escudriña su historia con mas detenimiento se descubre con facilidad que su modelo histórico solo se asemeja superficialmente al de sus vecinos latinos, El Salvador es un país único, excepcional, tal como lo proclaman orgullosamente sus nacionales y amigos y nada lo diferencia tanto como la historia de su pasado.
Alguien ha dicho que los países felices carecen de historia. También es verdad que los países crónicamente infelices tienes una monótona historia de conflictos y disturbios. Y El Salvador es un país crónicamente infeliz. Su fundación fue el producto de la hazaña del famoso y bárbaro conquistador, Pedro de Alvarado, que en 1525 salio de México a conquistar las tierras centroamericanas para la corona española. Alvarado, además de ser un administrador y capitán muy cappas era asimismo un déspota cruel y vicioso, que sojuzgo por completo a los indios de la zona y los convirtió en vasallos de España.
Los indios que Alvarado encontró en la zona de lo que modernamente es El Salvador, provenían de varios linajes altamente civilizados. En el occidente, al sur del rió Lempa. Los aborígenes parecen haber sido mayas. Sin embargo, en la época de la conquista española y en parte en conjunción con esa conquista los grupos primitivos fueron absorbidos o desplazados por indios de lengua Nahuatl, emparentados con los aztecas que inmigraron a la región. La zona central de El Salvador continuo siendo habitada por grupos de origen maya (. Ambos grupos de indios se encontraban en un estado semicivilizado cuando llegaron los españoles. Ya existía la división del trabajo, ya se daban los latifundios, donde laboraban de modo voluntario o talvez no tan voluntario, multitud de brazos. Lo que los españoles agregaron no fue tanto la explotación del campesino indígena, que ya se encontraba muy avanzada bajo los señores nativos, sino el elemento de la opresión cultural. Cualquiera que sean los meritos de la sociedad indigena. Todos sus miembros se encontraban unidos por lazos religiosos, culturales y étnicos comunes. Los españoles introdujeron una jerarquía extranjera.

Como respuesta a esas condiciones de vida infrahumana y a diversos abusos cometidos en el agro nacional, se extremizan el sindicalismo y el movimiento obrero, dando pie al nacimiento del Partido Comunista Salvadoreño (PCS).
En la noche del 2 de diciembre de 1931, el corrompido e incapaz régimen del Partido Laborista, encabezado por el ingeniero Araujo, fue derrocado por jóvenes militares agrupados en un Directorio Cívico. Dos días más tarde, entregaron el Poder Ejecutivo al vicepresidente constitucional, general Maximiliano Hernández Martínez, quien lo detentaría por espacio de trece años, hasta mayo de 1944. Como una de las primeras acciones del nuevo gobierno, tienen lugar las diferidas elecciones municipales y legislativas en enero de 1932. Los comicios fueron fraudulentos, llevados con poca o ninguna honestidad. Varios sitios de votación fueron suspendidos en poblaciones en las que el PCS tenía fuerte presencia, partido que participaba pese a saber que no existía libertad electoral -había libros en los que se apuntaban los nombres de los votantes y su opción política partidista- ni formas válidas para obtener el poder por medio del voto.
Ante esos hechos, las fuerzas obreras y el PCS radicalizaron sus acciones políticas, hasta considerar como única opción la de la violencia armada. Motivada por agitadores, la insurrección campesina estaba ya en marcha cuando, el 18 de enero, fueron capturados Agustín Farabundo Martí y los líderes estudiantiles Alfonso Luna Calderón y Mario Zapata, considerados entre los principales cabecillas de los movimientos antigubernamentales. Los actos de captura fueron realizados por el capitán José Sánchez Agonía y por diez hombres armados, en una finca al oeste del actual Colegio María Auxiliadora, en el capitalino barrio de San Miguelito.
A las 10 y 30 de la noche siguiente, se produjeron frustrados asaltos al Cuartel de Caballería (después sede de la Policía de Hacienda), sucesos que, unidos al descubrimiento de material explosivo en casas de dirigentes comunistas, motivó al gobierno martinista a decretar el estado de sitio y la ley marcial en los departamentos de Sonsonate, Santa Ana, La Libertad, San Salvador y Chalatenango. Poco después, implanta una severa censura de la prensa escrita, sometida a las disposiciones editoriales del jefe de la Policía Nacional.
Para la noche del 20, la alta dirigencia del PCS se reúne y debate sobre si debe comenzarse o no la insurrección en el occidente del país. Como resultado de las consultas, varios comunicados para detener a las fuerzas insurrectas fueron emitidos al día siguiente, pero muchos de ellos ni siquiera llegaron a su destino, debido a la suspensión del libre tránsito impuesto por las autoridades.
Antes de la medianoche del día 22, con la erupción del volcán de Izalco como marco cinematográfico, varios miles de campesinos se lanzaron a la invasión de poblaciones como Villa Colón, Juayúa, Salcoatitán, Sonzacate, Izalco, Teotepeque, Tepecoyo, Los Amates, Finca Florida, Ahuachapán, Tacuba y otras poblaciones más, azuzados por los dirigentes comunistas y armados con machetes y algunos cientos de fusiles Mauser, dejados por Araujo en sus manos para organizar la defensa de su régimen tambaleante.
Como miras principales, los ataques iban dirigidos contra cuarteles, guarniciones de policía, oficinas municipales y de telégrafos, al igual que contra casas de reconocidos terratenientes y comerciantes de la zona, muchos de ellos extranjeros, como fue el caso de Emilio Redaelli, trabajador de la casa Daglio, asesinado con lujo de barbarie tras la violación de su esposa y el incendio de su hogar en Juayúa, tomada por las huestes de Francisco Sánchez.
Desde la madrugada del día 23, tres intentos de toma son repelidos por las ametralladoras “tartamudas” del bastión militar de la ciudad de Ahuachapán, comandado por el general José Guevara, lo que impide que las compactas masas se tomen la ciudad, mas no que destrocen la alcaldía. En los muros de la fortaleza, un hijo del militar contempla los frutos que producen la crisis, el fanatismo político y el alcohol extraído de las tiendas saqueadas. Años más tarde, una vez entrenado por el ejército estadounidense, ese niño de doce años pasaría a ser conocido en la historia nacional como el general José Alberto “El Chele” Medrano.
Tacuba es tomada por asalto por los 1500 indígena que dirige el estudiante universitario Abel Cuenca, quien se encuentra con el grave problema de tener que alimentar a tan grandes cantidades de población, a la vez que busca evitar que continúen las violaciones y el pillaje generalizado, para poder establecer un gobierno regional alternativo.
En la mañana del día 23, los insurrectos realizan un frustrado intento de tomarse el cuartel de Sonsonate. Su herido comandante, el coronel Ernesto Bará, conduce la acción de rechazo, en la que perecen más de sesenta insurrectos, a cuyas fuerzas bombardea un avión en otros puntos del occidente salvadoreño.
Por disposición del Presidente, varias columnas de soldados, policías y guardias nacionales parten por tren desde San Salvador hacia las zonas insurrectas. Viajan bajo las órdenes expedicionarias del general José Tomás Calderón. Una vez han hecho su labor en el departamento de La Libertad, retoman Colón y Sonzacate, desde donde dirigen la captura de la plaza de Izalco.
Entre los días 24 y 25, las fuerzas militares gubernamentales entran en Nahuizalco, Juayúa donde pasan por las armas a Francisco Sánchez, capturado en San Pedro Puxtla-, Ahuachapán y Tacuba. Esta última población representa la más grande batalla de la revuelta, porque los más de cien fusiles en poder de los campesinos dificultan la labor de las fuerzas gubernamentales, que en dos horas y media de combate incendian chozas y casas para obligar la salida de los atrincherados, con el fin de ultimarlos a campo abierto.
De esta forma, los sucesos de enero de 1932 constituyen el período que las generaciones posteriores de salvadoreños pueden conocer mediante los documentos progubernamentales elaborados por Jorge Schlesinger y Joaquín Méndez h., al igual que por las obras narrativas de Salarrué, Francisco Machón Vilanova y Claribel Alegría.
El 25 de enero, los gobiernos de Estados Unidos y Canadá ordenan la llegada del crucero “Rochester” y de los destructores “Wickes”, “Philips”, “Vancouver” y “Skeena” para que sus soldados y marinos intervengan y sofoquen la revuelta si fuera necesario, lo que causa indignación en el jefe militar Calderón, quien rechaza la ayuda ofrecida y garantiza el paso de turistas por el Puerto de La Libertad.
Mientras las fosas comunes se llenan en los campos de los occidentales departamentos aquejados por la “ola roja”, los comunistas registrados en los libros de votaciones son capturados en San Salvador y llevados a las márgenes del río Acelhuate, donde pelotones de seis soldados fusilan a grupos de entre seis y cincuenta personas, los que luego son sepultados en fosas comunes o sometidos a la incineración.
Impulsada por una comisión formada por Ángel Guirola, Rodolfo Duke, Tato Meardi y Francisco A. Lima, la sociedad civil cierra filas en torno a la acción represiva y anticomunista emprendida por el mandatario militar. Cuarenta mil colones donan cada uno de los bancos emisores para alimentar a las tropas de búsqueda y exterminio de los focos rebeldes, cifras a las que se unen otra igual del señor Herbert De Sola, diez mil del Casino Salvadoreño y setenta y cinco mil colectados en donativos populares, aportes individuales que oscilan entre cinco y mil colones.
Por su parte, tres mil miembros de la alta sociedad, profesionales, burócratas, artesanos, tenderos y reservistas se unen a las Guardias Cívicas que se organizan para relevar a las fuerzas militares en las zonas bajo control. A estas entidades paramilitares, al igual que a la Guardia Nacional, se les atribuye la represión de los meses subsiguientes, que condujo a la casi total erradicación de los remanentes indígenas de la histórica región de los Izalcos y a la desaparición de su lengua náhuat.
Como último evento de esos hechos sangrientos, el 31 de enero, un consejo de guerra presidido por el general Manuel Antonio Castañeda juzgó y condenó a Martí, Luna y Zapata a morir fusilados en el Cementerio General de San Salvador, previo traslado desde sus celdas en la Penitenciaría Central, ubicada donde ahora se alza el céntrico edificio del Fondo Social para La Vivienda (FSV).
El fusilamiento se verificó en la primera mañana de febrero, pero las declaraciones previas de Martí en relación a que en San Salvador había ocultas más de mil bombas y que pronto se produciría un rebrote comunista recrudecieron la persecución y la represión de toda actividad sospechosa de sedición y subversión contra el Estado.
Como herencia de aquellos años, la cifra exacta de muertos quizá nunca pueda saberse. Hasta la fecha
“Luego de la matanza de 1932, en las zonas rurales de El Salvador las poblaciones indígenas dejaron de desplegar abiertamente elementos de su cultura y su lenguaje. Las mujeres dejaron de llevar el tradicional refajo, la marimba no se escuchó como antes y no se volvió a hablar públicamente el náhuat ni ninguna otra lengua indígena. Desde entonces se ha reforzado la imagen de una nación racial y culturalmente homogénea, factor que se estima necesario para la estabilidad político social, la preservación de las estructuras económicas y la implementación de nuevos proyectos modernizadores”.






La masacre
Con el auge del café, propagándose rápidamente, se fortalecía la clase social gobernante, aliada con los capitales extranjeros y condenaba a la explotación y a la miseria a los pueblos indígenas. La gran depresión mundial de 1929 devastó la economía salvadoreña, totalmente dependiente del café. Se produjo un colapso del mercado, afectando aún más la situación de las clases populares.
Con la reducción del salario mínimo. El descontento llegó a un punto crítico en la zona de Sonsonate, donde se asentaron las bases de una gran revuelta indígena. Los trabajadores se organizaban en un movimiento popular de gran empuje. La Federación Regional de Trabajadores de El Salvador, creada en 1924, llegó a contar 75,000 afiliados, con el objetivo de luchar por la tierra y el aumento de salarios. Se organizaron los movimientos indígenas, con el objeto de luchar contra el alto precio de los alquileres de la tierra y por una ley que librara de la expropiación por deudas, la violación a los derechos humanos, la injusticia e impunidad de la fuerza armada y de los funcionarios del gobierno, asimismo porque les devolvieran las tierras que les habían expropiado con el pretexto de impulsar el cultivo del café. La fuerza armada y la policía fueron reorganizados. Hubo despidos en masa. Durante el período del dictador Maximiliano Hernández Martínez, en enero de 1932 se produjo un levantamiento insurgente indígena. Los pueblos de Tacaba, Juayúa, Ataco, Sonsonate, Santa Ana, Ahuachapán, Izalco, Cuisnahuat, Santo Domingo de Guzmán, Nahuizalco, y otras, fueron los campos de batalla entre los indígenas y los efectivos de la fuerza armada. El movimiento duró más de 72 horas, fue controlado por la fuerza armada con la colaboración de los terratenientes que también participaron en las masacres de los indígenas en diferentes lugares del occidente del país. Este comenzó capturando a las personas involucradas en la insurrección indígena y terminó persiguiendo, torturando y matando a toda aquella persona que vistiera, tuviera rasgos físicos y hablara nuestro idioma indígena.

Se estima que el número de muertos durante este levantamiento fue de 30,000 personas, en donde murieron ladinos, indígenas obreros y soldados del ejército del gobierno. El movimiento insurreccional indígena contó con la presencia de los pueblos indígenas, se destacó como líder nato en la lucha por la justicia y la paz, el cacique de Izalco, José Feliciano Ama. El paternalismo predominaba en Izalco y después de las autoridades locales, el cacique era el personaje más respetado de toda la comarca. Ama fue apresado cuando los efectivos de la fuerza armada y los terratenientes reconquistaron la ciudad de Izalco. Linchado por un grupo xenofóbico de terratenientes, efectivos de la fuerza armada y miembros de la dictadura de Martínez, que pedía venganza y golpeado hasta matarlo y colgar su cadáver.

JOSÉ FELICIANO AMA: EL LÍDER DE LA INSURRECCIÓN INDÍGENA

El héroe nacional José Feliciano Ama, nació en Izalco, Depto. de Sonsonate, en 1881, y murió linchado por una turba enardecida y xenofóbica de ladinos, pro-dictadura y terratenientes, luego fue colgado de un árbol con un lazo, para dar la impresión que había muerto ahorcado el 28 de enero de 1932.

Usaba cabello corto, bigote y barba bien recortada, vestía camisa y pantalón de manta, caites de cuero y sombrero de palma, fue un hombre humilde, respetuoso, de voz apacible, firme y convincente, no hablaba mucho castellano sino en su lengua natal el náhuat, trabajó de jornalero, gustaba sembrar maíz negro, era devotamente cristiano, querido y apreciado por los demás indígenas. Casado con Josefa, hija de Patricio Shupan, quien era mayordomo principal de la cofradía del Corpus Christi y a la vez cacique de Izalco. Feliciano Ama recibió de su suegro respaldo y apoyo, él lo ayudaba a recibir a los mandaderos de la cofradía, recolectar las ofrendas y lo acompañaba a las reuniones importantes. Patricio Shupan murió a causa de un sorpresivo fortísimo dolor de estómago en 1917, luego de asistir a un almuerzo en la residencia presidencial con uno de los presidentes de la dinastía Meléndez Quiñónez.

Para esos años Patricio Shupan ya reclamaba la expropiación de las tierras comunales que el gobierno le había arrebatado a los indígenas, la expropiación de éstas por parte del gobierno, el maltrato inhumano y la extrema explotación de que eran víctima los indígenas fue la semilla de la discordia que desembocó en la insurrección indígena y en donde la fuerza armada cometió el peor etnocidio del siglo XX. Fueron masacrados más de 30 mil indígenas; este hecho histórico es conocido y denominado por los historiadores gobiernistas como los “sucesos de 1932”. Al fallecer Shupan, en 1917, Ama se convirtió en el cacique de los indígenas de Izalco y dirigente de la cofradía, constituida en su totalidad por indígenas. Continuó él la demanda por la devolución de las tierras comunales, la denuncia y la condena por la violación de los derechos humanos cometidos en contra de su pueblo.

Un articulo aparecido en La Prensa el 4 de febrero de 1932 se titulaba:"Los Indios han sido, son y serán enemigos de los Ladinos". El Autor, un terrateniente de los alrededores de Santa Ana, escribió que "no había un solo indio que no estuviera carcomido por el comunismo devastador... Cometimos un grave error al hacerlos ciudadanos" Y sin embargo, esta misma gente dependía de indígenas para trabajar en sus haciendas y tenían sirvientes indígenas en sus hogares. Un aspecto interesante de la rebelión de 1932 es que entre sus dirigentes había muchos criados y sirvientes personales. Hasta en un estudio en 1935 con el propósito de mejorar las oportunidades educacionales de los indígenas de la zona occidental, hallamos que el autor dice que los indios "son propensos a los vicios sexuales, son los portadores de las enfermedades venéreas y son alcohólicos.

Por supuesto que la rebelión de 1932 provoco una fuerte reacción contra la cultura indígena. Hubo una notable disminución en el número de personas que portaban indumentaria indígena, seguían sus costumbres o hablaban el dialecto.
Esto se debió en gran parte a la inmensa matanza pero a medida que paso el tiempo el principal estimulo del cambio parece que fue el deseo de desembarazarse de algunas características de un grupo despreciado entre la población.
Como me dijo uno de ellos, un indígena salvadoreño deja de serlo con solo desplazarse "unos cuantos kilómetros", cambiar el refajo de su mujer por un vestido "occidental" y preocuparse por hablar aceptablemente el español.

La identidad política y social de que gozaban los indígenas antes de 1932, se puede resumir en dos palabras: El Cacique y la Cofradía. El cacique o jefe de la comunidad indígena, no era un funcionario del gobierno ladino. Era una autoridad extralegal que debía su status al reconocimiento que su pueblo o distrito le adjudicaba como la figura más prominente entre los indígenas. El cacique mas importante era el de Ízalo. Tanto el cacique de Ízalo como el de Nahuizalco tomaron parte en la rebelión de 1932.
En América Central el catolicismo no había exterminado por completo las ideas paganas y en muchos casos era difícil decir donde era que terminaba el paganismo indígena. Las cofradías estaban y están, dedicadas a la adoración de un solo santo o persona de la Trinidad, cuyo nombre ostentan. Así existían las cofradías de Jesús a Gatas de los Siete Dolores, del Espíritu Santo y muchas más. La mas poderosa en 1932 era la del Espíritu Santo, cuyo jefe era Feliciano Ama, cacique de Izalco.

Cuando se combinan todas las razones del descontento campesino la expropiación de los ejidos, el trato miserable que se daba a los colonos y a los trabajadores asalariados los problemas sociales y el descoyuntamiento provocado por la economía del café, la hostilidad cultural entre indígenas y ladinos, y la hostilidad de clase entre los campesinos y los terratenientes- y luego se le agrega el desastre económico de la depresión, no es difícil de descubrir las bases de la rebelión de 1932. Casi era inevitable que algún movimiento surgiera tratando de canalizar este descontento para provocar una rebelión. Pero que ese movimiento fuera el comunismo, fue un hecho dictado por sucesos que comenzaron con la devolución Rusa, y que formaban parte de un contexto del cual El Salvador solo era una pieza insignificante.


Una reflexión particular
Los remanentes de nuestros nativos que no lograron exterminar los colonizadores Europeos, fueron prácticamente exterminados en aquellos días. Los pocos sobrevivientes que lograron huir de la masacre, no volvieron a usar sus ancestrales atuendos ni a hablar la lengua que todos hablaríamos de no haber sido colonizados por el imperio Español, por que de hacerlo también ellos hubieran sido eliminados.

Los voceros de la oligarquía, con el cinismo que los caracteriza, se lamentan en sus periódicos de los ajusticiamientos de tres individuos durante dichos sucesos por parte de los insurrectos. Es decir, los que estaban tratando de evitar seguir siendo pisoteados continuamente por los abuelos y bisabuelos de los presentes opresores; a los que hoy en día, se les han unidos algunos nuevos ricos (los especialistas en delitos de cuello blanco, por llamarlos de alguna manera). Se cuidan mucho por supuesto de que se conozca la verdadera razón por la que la insurrección casi espontamente se llevo a cabo. Pero por si no la saben, se las voy a decir: Fue debido a los descarados robos de sus ultimas tierras comunales por el nefasto general Tomas " el Cuto " Regalado, de señales por todos conocidas y a quien nunca le cayo la mano dura a pesar de todas sus fechorías. Esta fue la gota que derramo el vaso de su paciencia. En honor a la verdad, quien de los lectores se quedaría de brazos cruzados si los ladrones quisieran quitarles sus pertenencias?

Se lamentan los canarios tísicos, con el cinismo que los caracteriza, como si los Salvadoreños fuéramos millones de idiotas. Creen que no nos damos cuenta que ellos asesinaron al menos 30,000 inocentes en 1932. De igual manera no dejan de llorar por las vacas locas ejecutadas durante la pasada guerra civil, sin recordarse de las 75,000 victimas humanas de sus satánicos verdugos.

En 1932 las fieras locales se regocijaban, sus amos los felicitaban efusivamente por la masacre y los amos de sus amos, decían dándoles una palmadita en los hombros " well done AMIGOS". El crucero Rochester y los destructores Wickes, Philips, Vancouver y Skeena sigilosamente vigilaban desde las costas del Pacifico para asegurarse que todo estaba saliendo como lo planearon.

Las lágrimas rodaron por las mejillas de los rostros humildes de los hombres, mujeres y niños de nuestra patria. Unas lagrimas pocas, unas lágrimas breves; por que no había tiempo que perder.
Muchos juran que los vieron, pasar al caer la tarde el primero de Febrero. Unos dicen que iba a pie, otros que iba cabalgando allá por Cutumay Camones. Que se perdió por los montes en el cerro de Guazapa, camino a Chalatenango y que detrás de el se encontraban con el puño bien en alto todos los compatriotas que iban resucitando.

2 comentarios:

  1. hola mucho gusto licenciado de esos acontecimientos acurrido en el Salvador se realizo una canción quiero conseguirla ya que me trae muchos recuerdos de los años 80 cuando estaba estudiando
    david rodriguez ocotal nueva segovia nicaragua.

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